lunes, 7 de junio de 2010

Hoy hablamos de Coeducación en el Aula!!



“Hablar en masculino y en femenino, nombrando a ambos sexos, supone utilizar con mayor precisión el lenguaje, expresando con mayor propiedad las necesidades, gustos, inquietudes, de mujeres y de hombres.”

Pero, ¿cómo usar la lengua de modo que represente toda la riqueza que existe en la experiencia tanto de hombres como de mujeres?

Hay una forma de utilizar el lenguaje, todavía la más extendida, en la que se considera que muchas palabras dichas en masculino son “genéricas”, o sea, son capaces de hacer referencia a ambos sexos.

Es lo que ocurre, por ejemplo, con la palabra “niños” cuando la utilizamos de la siguiente manera: “Los niños de esta clase sacan muy buenas notas”; es posible que tanto quien habla como quien escucha, entiendan que se está hablando de ambos sexos y que los niños y las niñas de la clase sacan buenas notas. Sin embargo, si decimos “los niños de esta clase juegan muy bien al fútbol” es posible que tanto quien habla como quien escucha entienda que quienes juegan bien son los varones y ni siquiera se pregunten por cómo juegan las niñas. Del mismo modo, si decimos “a los niños de esta clase les gusta mucho vestir de rosa” es posible que quien habla y quien escucha tengan un momento de confusión y necesiten ponerse de acuerdo acerca de a quién se refieren realmente, lo que les lleve probablemente a rectificar y decir algo así como: “a las niñas de esta clase les gusta vestir de rosa, y a algunos niños también; otros en cambio prefieren el verde”.

Utilizar el masculino como si fuera genérico crea problemas y confusiones de este estilo, de forma que, en más de una ocasión, una mujer no sabe realmente si está incluida o no en el relato.

Cuando hacemos una descripción en masculino de la realidad, ocultamos una parte de lo que realmente esta pasando. Imagina una situación en la que madres y padres asisten a una reunión del AMPA. La noticia al día siguiente podría ser: “a la reunión de ayer asistieron 20 padres”. O bien podríamos decir “a la reunión de ayer asistieron 18 madres y dos padres”. En la primera versión es posible que nos imaginemos que los padres son los que han acudido a la reunión; o también podemos imaginar que han acudido padres y madres más o menos en la misma proporción. En cualquier caso interpretando el masculino de la mejor manera posible, nos daría una idea de que madres y padres se preocupan de forma más o menos similar de la educación y de que asisten más o menos en la misma proporción y se interesan en la misma medida por las reuniones y sus contenidos. En la segunda versión, en la que se nombra a ambos sexos, se aprecia que madres y padres tienen actitudes muy diferentes con respecto a la labor educativa así como un compromiso desigual con la asociación. En este caso, nombrar a las mujeres es un modode reconocerles autoridad en esta materia, bajo la constatación de que son “ellas” quienes de forma mayoritaria se están preocupando por la educación de sus hijas e hijos.

Nombrar a ambos sexos no implica solamente nombrar en masculino y en femenino, sino hablar de lo que mujeres y hombres hacemos, creamos, sentimos, aportamos, necesitamos, experimentamos. Es decir, no sólo se trata de cómo se nombra, sino también de los contenidos que se transmiten. Así, por ejemplo, si echas un vistazo a la prensa diaria, podrás comprobar que la gran mayoría de las noticias que aparecen en los periódicos aún están protagonizadas por hombres, que abarcan y son mayoría en la gestión de asuntos relacionados con la economía, la política, las relaciones internacionales, la guerra, el armamento, etc. Las noticias que aparecen protagonizadas por mujeres suelen ser aquellas en las que ellas aparecen como víctimas o bien a modo de pequeñas notas en las que podemos leer sus aportaciones en las páginas de sociedad y cultura, dando la impresión de que ellas no dejan impronta en el devenir histórico.

Nombrar a ambos sexos implica nombrar la participación real, tanto numérica como cualitativa, de mujeres y hombres en las diferentes áreas que conforman el mundo, haciendo visibles sus aportaciones en todos los campos tanto en la escuela como en los medios de comunicación. Nombrar todo aquello que hacen mujeres y hombres para fomentar la convivencia y evitar la violencia es un modo, además de alentar la paz, de huir de los estereotipos. Esto significa ofertar palabras que describan la ternura de los hombres, su capacidad para dar y mostrar amor, la creatividad y capacidad para negociar y llegar a acuerdos; supone también hablar de las mujeres con palabras que ayudan a verlas como dueñas y señoras de sus propias vidas, capaces de tomarse en serio sus propios deseos, siendo promotoras del desarrollo de sus pueblos y expresándose con un lenguaje propio.

Como bien sabeis, no sólo transmitimos a través de lo que decimos, sino también a través de cómo lo decimos. En este sentido, no es lo mismo hablar sobre la paz que practicar la paz en el seno de la relación educativa.

Como toda relación, la que se da entre docente y alumnado suele conllevar discrepancias, intereses encontrados y conflictos. Esta es además una relación en la que hay disparidad, ya que la o el docente generalmente tiene más edad y sabe más sobre determinada materia. Asimismo, la maestra o el maestro tiene la potestad de aprobar o suspender, lo que le da poder sobre su alumnado, ya que éste depende de quien le enseña para poder seguir con sus estudios.

Son muchas las maneras en las que una profesora o un profesor pueden situarse ante este conjunto de circunstancias y de entrar en relación con su alumnado. Estas son algunas posibilidades:

La violencia, no es un juego


Esta misma lógica, como ya hemos ido viendo, es la que da lugar a situaciones como estas:
• Un niño tilda a otro de ‘marica’ de un modo peyorativo y grotesco por el simple hecho de que le gusta jugar con las niñas y estar cerca de ellas.
• Un grupo de niños ridiculiza a las niñas y a sus juegos. Se atreven incluso a molestar a las niñas impidiéndolas jugar tranquilamente.
• Un grupo-clase rechaza a una chica y la llaman ‘furcia’ por haber tenido varios ligues. Sin embargo, a un chico que también liga mucho, se le respeta mucho y se le considera casi un héroe.
• Un niño se ríe y ridiculiza el cuerpo de una niña por ser regordete, cuando a él también le sobran algunos kilos.

En todos estos casos, la tarea educativa consiste en tomar en serio la curiosidad que niñas y niños tienen en relación a los otros cuerpos para que:

. No dejen de maravillarse ante la presencia de otros cuerpos y mantengan viva su curiosidad por lo que cada uno de ellos es y experimenta.
. Tomen conciencia de la grandeza que conlleva cada cuerpo y no caigan en la tentación de valorarlos sólo por sus pesos y medidas, o sea, de un modo burdo y estereotipado. O lo que es lo mismo, aprendan a apreciar la belleza que todo cuerpo, sea del tamaño o de la forma que sea, tiene.
. No conviertan su curiosidad en un pretexto para violentar a otros cuerpos.
. Aprendan a acercarse a los otros cuerpos con cuidado.
Para ello, es fundamental que el educador o la educadora estén en disposición de mantener abierto el diálogo, ya que para tratar muchas de estas cuestiones y poder comprenderlas en toda su complejidad, hace falta volver a ellas una y otra vez. Es un diálogo basado, no sólo en información, sino también en la expresión de sensaciones y de afectos, entre los que destaca la atracción, la intimidad y el pudor.

La educación física en la Escuela.

Cuando hablamos de actividad física en la escuela, no nos remitimos sólo a la clase de educación física o a los deportes que se hacen dentro del recinto escolar, sino que hacemos mención a una forma de entender el movimiento que promueve el sentimiento de bienestar hacia sí, que estimula la relación con otras personas y que permite moverse cómodamente en los espacios en los que chicos y chicas habitan y con los materiales que manejan.

Cuando observamos la actividad física que unas y otros desarrollan, nos damos cuenta de que suelen ser diferentes y que para potenciar su desarrollo en ambos sexos tenemos que generar recursos, actividades y tener un poco de creatividad.

Educar la actividad física supone también fijarse en el movimiento cotidiano, es decir, en cómo unos y otras juegan en el patio, como bajan la escalera cuando terminan las clases o cómo se manifiesta un cuerpo adolescente después de estar seis horas seguidas sentado, con sólo media hora de recreo.

Desde la escuela podemos:

• Hacer una representación más equitativa de mujeres y hombres en el mundo del deporte y de la actividad física en general.
• Dar valor a las necesidades de movimiento que chicas y chicos tienen, evitando los modelos androcéntricos.
• Dar a conocer un abanico amplio de disciplinas en las que busquemos representación de hombres y mujeres que sean referentes para nuestro alumnado.
• Incorporar la actividad física a la vida cotidiana, dando más valor a esto que al hecho competitivo.
• Crear un clima en el que la fuerza, la violencia o el monopolio de algunos deportes, queden fuera de lugar. Por el contrario, promover actitudes de colaboración, participación, diversión y ganas de pasarlo bien en compañía.
• Cuidar la distribución de los espacios en el centro para que tanto chicas como chicos puedan disfrutar de ellos y utilizarlos con comodidad.
• Procurar que los materiales puedan ser utilizados por niños y niñas, mostrando usos alternativos y diferentes según la creatividad de quien los utiliza.
• Dejar espacio también para el reconocimiento de las sensaciones que nuestro cuerpo transmite, de manera que el reconocimiento de estos “mensajes” permita a nuestro alumnado el desarrollo de una mayor capacidad de autocuidado y seguridad en las propias emociones.

Hacer proyectos de vida.

Hablar de proyectos de vida con el alumnado supone acompañarles en el descubrimiento de lo que son y lo que quieren ser, mostrándoles un mundo abierto a infinitas posibilidades en el cual tienen que buscar su propio hueco en función de sus capacidades, deseos y características, así como ayudándoles a tener en cuenta el contexto y las circunstancias donde su vida se desarrolla.
Chicos y chicas a menudo se plantean de forma diferente sus proyectos de vida. Mientras ellos suelen centrarlos en sus actividades profesionales, ellas sin dejarse de percibir como profesionales, también se preguntan por la posibilidad de ser compañeras, madres, amigas, etc. Y esta diferencia en muchas ocasiones se convierte en una grave desigualdad que sitúa a las mujeres en un plano de inferioridad en el terreno laboral, sólo por el hecho de ser mujeres y de considerar que en sus proyectos de vida caben opciones que implican que la vida es una y en ella cabe lo profesional, lo familiar, lo social, lo festivo…, por separado, de dos en dos o todo a la vez.

Desde el ámbito educativo podemos contribuir limar estas desigualdades intentando que chicos y chicas entiendan cada proyecto de vida como un itinerario donde aprender como ejercer una profesión, pero también para aprender a afrontar los trabajos que requiere la vida cotidiana y la convivencia, así como participar de aquellas otras actuaciones que implican un compromiso con el bienestar de una comunidad.

En cada proyecto de vida, cada alumna y cada alumno tendrán que reflexionar en algún momento acerca de cuestiones como las siguientes:

• Las capacidades que cada persona presenta; aquellas que desarrollan con ganas, con gusto; aquellas que le permiten crecer y disfrutar.
• Las posibilidades de desarrollar esas capacidades dentro de una actividad profesional, eligiendo cuidadosamente aquella formación que permita optimizar su talento o habilidad, dentro de sus posibilidades reales.
• El deseo y la necesidad de ejercer cada profesión desde la propia singularidad, desde lo que cada hombre y cada mujer puede aportar partiendo su visión del mundo y de su creatividad.
• La necesidad de aprender a reconocer y realizar los trabajos que genera la vida cotidiana y a compartirlos con mujeres y hombres con quienes se convive.
• La importancia de contar con un tiempo propio para la reflexión, el descanso, el pararse a mirar por dónde se va y para qué, para preguntarse por las necesidades, los deseos, la forma de afrontar las dificultades.

Un camino por recorrer.........

Unos de los principios fundamentales en los que debe partir la coeducación en la escuela, es que las mujeres como ciudadanas, deben ser tan libres como los hombres a la hora de decidir y ejercer papeles en la sociedad, esto requiere la eliminación de la discriminación y del perjuicio.

Las desigualdades entre hombres y mujeres persisten hoy en día y todavía nos queda mucho camino por recorrer. En los últimos años se está dando un fenómeno social, que no es nuevo pero sí ha levantado todas las alarmas sociales, sobre todo vulnera el primero de los derechos humanos: el derecho a la vida.

En la sociedad actual perviven situación de trato diferenciado entre los hombres y las mujeres, con un componente de jerarquía y de discriminación que afectan negativamente a las mujeres.

Tenemos ejemplos fáciles de observar como en la educación, la organización de los centros escolares y su sistema de jerarquía sigue reflejando la discriminación social de las mujeres. En la mayoría de los centros de enseñanza no universitaria el cargo de
director lo ocupa un hombre, ofreciendo la imagen de que los cargos más importantes deben estar ocupado por hombres.

Por todo ello se hace necesario que desde la educación se rompa con las jerarquías entre los dos sexos.

Por lo tanto, deberiamos empezar ya a practicar y transmitir la coeducación.

Y ahora, haber que pasa.